domingo, 30 de marzo de 2014

El tiempo se agota para la diplomacia en la crisis ucraniana.

Hoy Domingo se reúnen Kerry y Lavrov para tratar de llegar a un acuerdo sobre el asunto ucraniano. Aunque siempre es imposible predecir ningún resultado en esta clase reuniones políticas, lo cierto es que las condiciones en las que se plantea no parecen demasiado propicias para que EEUU y Rusia lleguen a un acuerdo. Las posturas no parecen reconciliables sin que alguna de las dos partes ceda en lo esencial. Este es un asunto estratégico de suma cero y los resultados "ganar-ganar" no son posibles.

En contra de lo que dicen algunos analistas como Jesús Núñez, aquí no se sigue ningún guión preestablecido. Una partida de ajedrez no es una coreografía de baile, y todo este asunto nos ha estallado en la cara a los occidentales por no entender las implicaciones estratégicas de las relaciones de la UE y la OTAN con Ucrania, y que meterse en el patio trasero de Rusia, en su esfera de influencia, es provocar guerras, anexiones, intervenciones militares, etc. Pretender que la anexión de Crimea responde a un guión es sustituir el análisis estratégico por la conspiranoia de una suerte de plan preestablecido. No hay guión, y las líneas de esta historia se improvisan a cada paso. Si se siguiese un guión eso significaría que habría un régimen de seguridad que hubiese evitado la actual crisis en curso. Es más, puede ocurrir que aunque se siguiese un régimen de seguridad, como lo fue durante la guerra fría (el ejemplo supremo de régimen de seguridad) no significa que no hubiese un conflicto. Pero ahora no tenemos tal régimen, por lo que hay que deducir que la situación actual no es como la guerra fría, es peor. No obstante, el conflicto estratégico entre poderes normalmente no llega a la guerra, esta siempre es con diferencia la solución peor y más cara, la ultima ratio, y la consecución de la política por otros medios es el fin de un proceso y nunca un estado permanente.

Los objetivos rusos para Ucrania son los siguientes. 1) Ucrania debe permanecer neutral (no entrar en la OTAN), 2) el referendum y anexión de Crimea han de ser respetados, 3) constitución federal, 4) el ruso lengua oficial junto al ucraniano 5) elecciones locales y nacionales para legitimar los nuevo liderazgos, 6) desbandar a los grupos de extrema derecha que realizaron el putsch del 21 de febrero. Para supervisar tales acuerdos ha de crearse un grupo de apoyo que supervise tal acuerdo.

Por contra, EEUU teme la constitución federal en Ucrania, y según la conversación de Obama y Putin de este viernes, la posición básica americana es que Rusia se retire de Crimea y que se desplieguen observadores internacionales para garantizar el derecho de las minorías. Es evidente que no puede haber término medio (es un todo o nada) en dos de los puntos más importantes: el de la neutralidad ucraniana y el de abandonar Crimea. U Obama cede en los puntos esenciales o no habrá negociación posible.

Como señala Andranik Migranyan, la solución a esta grave conflicto pasa porque EEUU vuelva a respetar la esfera de influencia rusa sobre Ucrania. Es evidente y muy sencillo de comprender (o debería serlo) que todo este tema nos ha explotado en la cara a los occidentales por no respetar la esfera de influencia rusa. Rusia está dispuesta a hacer lo que sea para volver a poner a Ucrania en su esfera. Y como eso es así, mejor dárselo a Rusia por las buenas que forzarla a hacerlo por las malas. Ello llevaría a una guerra en Ucrania que podría degenerar en una situación muy grave si esta guerra se estancase, podría invitar a una intervención militar polaca o francesa (tal y como alertó Fabius) con la esperanza de arrastrar detrás a parte de la OTAN y a EEUU (tal y como sucedió en Libia). Tales errores de cálculo, como ha quedado claro con Fabius, están bastante presentes en las mentes de los líderes mundiales, líderes que son capaces de declarar  públicamente disparates que llevarían a una guerra general en Europa.

Como decía Brzezinski, Rusia necesita a Ucrania en su esfera de influencia para ser una gran potencia en Europa. Por lo tanto, si Rusia quiere seguir siéndolo y no consigue que sus propuestas del grupo de apoyo sean aceptadas, tendrá que lograrlo mediante la intimidación directa a Ucrania, y si esto no funciona, tendrá que invadirla directamente. Podría ocurrir que Rusia decida no asumir ese coste, pero entonces dejaría de ser la gran potencia que creía que podría ser. Estos son dilemas políticos que no tienen un resultado mecánico y es imposible hacer ninguna clase de predicción a ciencia cierta, pero la determinación que muchas veces ha demostrado Putin hace pensar que es más probable que Rusia se arriesgue a la invasión que a perder su estatus de gran potencia (en el caso que la salida negociada para mantener a Ucrania en la esfera rusa no sea posible).

La perspectiva de una invasión tampoco es una idea remota y un vestigio atávico de nostálgicos de la guerra fría o los años 30. Son hechos que los propios ucranianos aceptan, y que tras el shock inesperado de la anexión de Crimea (inesperado por la desinformada comunidad de inteligencia y diplomática americana y occidental) el propio SACEUR y la inteligencia americana admiten. Mark Galeotti (experto en temas militares rusos) escribe un interesantísimo post en su blog de cómo sería una invasión rusa de Ucrania. El consejero de seguridad nacional ucraniano advierte de la "operación primavera rusa" con la que los rusos sublevarían las regiones del Sur y Este ucranianos para preparar la invasión terrestre con la enlazar Rusia, Crimea con Tranistria. También se especula con que la operación tendría que contar con una invasión convergente desde la misma Tranistria, principalmente con fuerzas especiales y aerotransportadas, para tomar Odessa. Es más, esta semana han habido bastante noticias de la concentración de dichas fuerzas especiales en esa región secesionista moldava (encendiendo todas las alarmas). El tiempo corre en contra de Rusia, cada día y semana las fuerzas de defensa ucranianas estarán mejor preparadas, y algunos analistas señalan que el tiempo se le acaba a Putin, estableciendo la ventana de oportunidad para invadir Ucrania entre el 1 abril (cuando comienzan a completarse las unidades militares rusas con reclutas) y el 25 de mayo (fecha de las elecciones presidenciales en Ucrania.

En resumen, hay una serie limitada de resultados en esta crisis: 1) que EEUU acepte la vuelta de Ucrania a la esfera de influencia rusa obligando al liderazgo ucraniano aceptar todas o las mayorias de las exigencias del documento del grupo de apoyo, 2) que Rusia se resigne a perder Ucrania (dejando de ser una gran potencia regional europea), 3) que Rusia no pueda imponer sus objetivos pacíficamente y tenga que invadir Ucrania (con éxito), 4) que la invasión se estanque y/o intervengan algunas potencias de la OTAN produciéndose una situación explosiva e imprevisible.

jueves, 27 de marzo de 2014

El equilibrio perdido (y el realismo político olvidado).

Inspirándonos en Hedley Bull (la figura central de la Escuela Inglesa) podría decirse que hay dos reglas básicas para comprender cómo se produce el orden (y desorden) en la sociedad internacional (sociedad que está dominada por las grandes potencias). 1º) Las grandes potencias han de mantener cierto equilibrio de poder entre sí (añadiendo al esquema de análisis conceptos tales como el equilibrio de amenazas, el equilibrio del terror en equivalencia esencial, etc), para generar con ello una situación estratégicamente estable (que no haya incentivos para atacar primero e iniciar una guerra) quedando lo político-militar estancado aunque pacíficado. Bajo esta premisa, las grandes potencias si quieren garantizar la paz, no buscarán la superioridad militar entre sí, ni tampoco permitirán que su poder decaiga demasiado. 2º) Respetando las esferas de influencia mutuas y no injiriendo en ellas. Las grandes potencias tienen necesidad de esferas de influencia porque no sólo buscan la seguridad y la integridad de ellas mismas, sino que también crean "posesiones" (los países e intereses dentro de la esfera de influencia) que han de mantener tanto para proyectar su poder en esas zonas (e impedir que sea otra gran potencia la que ejerza el poder ahí) como para evitar que alianzas consideradas enemigas amasen demasiado poder añadiendo nuevos miembros. Naturalmente, al respetar las esferas de influencia, no se hacen guerras (o agresiones indirectas) para "robar" parte de la esfera ajena, ni tampoco se harán guerras para defender la esfera propia (al ser respetada y no injerida). Cumpliendo con estas dos reglas básicas descritas: 1) al no crear incentivos para la agresión y el aventurismo (manteniendo un balance militar equilibrado), 2) ni tener intenciones de hacer actos provocadores (respetando las esferas de influencia), la paz y el orden internacional quedan garantizados por pura necesidad y lógica aplastante.

Esta es una verdad casi perogrullesca, y es una de las directrices fundamentales de cualquier análisis realista en política internacional. No obstante, algo tan elemental y fácil de entender (no hay que estudiar ningún libro de Teoría de Juegos y Seguridad Nacional ni otras complejidades para comprenderlo) raramente es seguido ni por políticos y burócratas, ni por los analistas y periodistas que tratan las relaciones internacionales. En esa misma línea ayer afirmaba lo siguiente.

"Recapitulemos y contrastemos las dos situaciones. La guerra fría se caracterizaba por 1) sólidos bloques y esferas de influencia que no se atacaban o injerían, y 2) equilibrio del terror y de fuerzas convencionales que desalentaba cualquier aventurismo. La actual situación es justo la contraria, 1) EEUU no respeta la esfera de influencia rusa, promueve agresiones indirectas que tendrán una elevada probabilidad de éxito (mucho más que cuando la esfera rusa era controlada mediante dictaduras totalitarias), promueve la adhesión a la OTAN de países de la esfera de influencia rusa y la CEI, 2) la disminución de la efectividad de la disuasión nuclear (teniendo que recurrirse cada vez más a la disuasión convencional) y los desequilibrios militares de fuerzas convencionales (explicados de manera sucinta y clara aquí y aquí). En consecuencia, ahora hay 1) mucha más motivación para atacar la esfera de influencia rusa y 2) muchos menos desincentivos disuasivos nucleares para desalentar esas injerencias y sin la situación militar convencional de callejón sin salida del balance militar de antaño. Esta es una situación en el que el choque entre Rusia y Occidente es bastante más factible (que en la guerra fría) y en las que los errores de cálculo son bastante más probables."

De igual modo, hace unas semanas indicaba esto sobre el absurdo de la política Obama respecto a Rusia.

"Apartado 4 Esferas de influencia. Por otro lado, no es posible llegar a acuerdos estratégicos y de equilibrio de poder con una gran potencia… cuando se hace una injerencia y agresión indirecta en la esfera de influencia de esa gran potencia. Eso es así porque sencillamente esa gran potencia buscará la forma de rearmarse y buscar su seguridad militar de forma unilateral para intentar salvaguardar su interés nacional."

Efectivamente, hoy se ha sabido que Obama incluso ofreció dar la información sobre la Defensa Antimisil a los rusos, aunque dicha propuesta encontró con la fuerte oposición de la burocracia y los congresistas de EEUU. Obama buscaba acuerdos a toda costa para lograr el equilibrio militar, pero olvidó respetar la esfera rusa, y ahora sus relaciones con Rusia están cuanto menos arruinadas. Obama es de esa clase de políticos de gran potencia que hacen política exterior sin tener claro ni lo esencial (lo mismo puede decirse del papel de la UE).

Profundizando en la tesis de que las consecuencias de la crisis ucraniana han cambiado dramáticamente la situación estratégica y política en Europa (desde una tranquila posguerra fría) a una situación bastante más endiablada e inestable, tenemos hoy que la inteligencia americana afirma que la probabilidad de una invasión de territorio ucraniano más allá de Crimea es bastante más elevada de lo que se creía anteriormente, y que las intenciones rusas podrían llegar a lograr ganancias territoriales incluso en las repúblicas bálticas. Esta clase de graves percepciones habrían sido inauditas hace menos de dos meses.

La explicación de cómo se ha llegado a esto es bastante fácil de exponer. La OTAN, UE y EEUU han agredido indirectamente la esfera a rusa para ganar terreno. En consecuencia, ahora se percibe (acertadamente o no) que Rusia también quiere injerir de alguna manera en la esfera occidental para garantizar su seguridad. Por lo tanto, la segunda regla básica que nombrábamos al comienzo para mantener la paz y el orden ha sido violada.

Pero para colmo, la primera regla también está siendo violada de forma flagrante. Daniel Gouré (director del prestigioso Instituto Lexington) explicaba con bastante claridad como el equilibrio convencional ya no existe, y que de hecho probablemente ahora está a favor de Rusia. Richard Dannatt, también dice que el Reino Unido no debería retirar sus tropas del todo de Alemania, y que de hecho debería revertir el declive numérico de su ejército de tierra y aumentarlo en por lo menos una brigada más. James Arbuthnot, director del comité de defensa británico, también afirma que el Reino Unido necesita poderosas fuerzas convencionales para hacer frente a amenazas emergentes imprevistas y que para tener una disuasión creíble ha de poder responder a todos los niveles (y no solamente en el nuclear). Reincidiendo en este clamor sobre el equilibrio militar perdido por la OTAN respecto a Rusia también está esta otra columna del NYT. Pero a pesar de todas estas evidencias, los países europeos no parecen dispuestos a incrementar su fuerza militar convencional, una cuestión que va mucho más allá de la meramente presupuestaria y entra en lo doctrinal y cómo se han remodelado las unidades militares y se ha escrito la nueva doctrina y revisiones estratégicas. De una situación en la guerra fría de balance militar relativamente equilibrado y de "callejón sin salida" hemos pasado a prácticamente lo contrario.

En Occidente hemos perdido el sentido común político (realista) y diplomático. Hemos llegado a una situación bastante grave en la seguridad europea por haber olvidado dos reglas elementales y bastante sencillas de la política internacional. No hemos respectado la esfera de influencia rusa (queriendo ampliar la OTAN y la UE) y no hemos seguido una política militar de equilibrio respecto a Rusia, alentando sus agresiones (el consejero de seguridad nacional ucraniano alerta que Rusia planea la Operación Primavera Rusa para sublevar e invadir el Este y Sur de Ucrania), lo que podría forzar una intervención militar polaca, francesa e incluso americana para impedirlo (cuando tendría que haberse seguido una política militar que disuadiera a Rusia de hacer invasiones a gran escala en Ucrania y "amenazar" a las repúblicas bálticas alarmándolas sobremanera). Hay una total falta de coherencia entre la política exterior y militar, y una ausencia absoluta de congruencia de estas respecto al desafío de seguridad que implica Rusia. Y así, sin haberse dado cuenta, alentando las protestas de Euromaidan, promoviendo la Asociación Oriental y rescatando la política de 2008 de la Declarción de Bucarest, se ha puesto a Europa patas arriba y al borde de la guerra.

miércoles, 26 de marzo de 2014

No es como la Guerra Fría, es peor.

La crisis en Ucrania, con la invasión y posterior anexión de Rusia de la península de Crimea, ha desatado toda una retahíla inmensa de artículos y columnas que hablan de la nueva situación comparándola con la guerra fría en su similitud o disimilitud. Entre los análisis que ven cierta similitud lejana entre la situación actual con una suerte de nueva guerra fría, se hace énfasis en que la nueva situación en Europa es, como en la guerra fría, de alta tensión político-militar internacional y que se da otra vez una especie de situación bipolar (la OTAN vs Rusia y sus satélites), tal y como ocurría hasta los últimos años 80. Entre los que ven una situación bastante disimilar entre la guerra fría y el nuevo estado de la cosas, suele citarse que ya no hay la hostilidad ideológica de antaño, y que Rusia está en una situación bastante más desfavorable que la URSS (por lo que no podría hablarse de bipolaridad, política de bloques y la tensión consecuente). En realidad, ninguna de las dos perspectivas habituales para analizar la situación europea actual, ya sea para resaltar el puñado de similitudes o no con la guerra fría, o usando cualquier otro parámetro de análisis, está, en mi opinión, alejado de comprender la verdadera nueva situación estratégica y de seguridad que ahora se plantea en Europa. Mi postura es que la situación actual sí se parece bastante a la guerra fría, pero no se parece a la guerra fría. Es una cosa y su contraria a la vez, y de hecho la síntesis superadora que significa esta nueva situación es, quizás, la peor de las situaciones posibles. Como iré explicando en el post, a lo que se parece la situación actual es a la típica crisis de política ficción de la guerra fría que acababa en guerra caliente y catástrofe nuclear. Para ello, compararé la situación actual con la trama de una famosa película (El Día Después), un docudrama de la cadena ZDF también muy conocido (World War III) y un libro de unos de los principales expertos de guerra mecanizada y el teatro europeo (Red Thurst, de Steven Zaloga). Pero vayamos por partes.

Como es sabido, la guerra fría se caracterizaba por una sólida política de bloques, en los que los países de cada bloque eran intocables para los del otro, pasase lo que pasase no podía haber injerencia ni intervención militar en las esferas de influencia mutua. Era una forma bastante simple de mantener la paz y el orden internacional, garantizado por la sanción suprema que significaba una escalada desde la guerra convencional a la termonuclear en caso de que la guerra fría pasase a caliente. Pero la guerra fría no fue siempre así de simple y predecible, durante un corto periodo, de fines de 1988 a agosto de 1991, la guerra fría fue cambiando de reglas de forma bastante rápida, hasta el punto que contra los deseos iniciales de Gorbachov, la propia política de bloques y la URSS terminaron desapareciendo. Las fechas y tiempos de cuándo acabó la guerra fría son siempre bastante escurridizas, porque esta podría haber sido finalizada sin la desaparición del Pacto de Varsovia y sin la reunificación alemana. Esa era la intención inicial de Gorbachov, y si no hubiese sido tan políticamente estúpido, quizás podría haberlo conseguido.

Tal y como puede verse en este bastante buen documental, Gorbachov desmanteló su esfera de influencia en el Este europeo creyendo que los países del Pacto de Varsovia no dejarían de ser socialistas (adoptarían una especie de Socialismo con Rostro Humano) y que no correrían a meterse en la OTAN (a la vez que creyó en las promesas de Bush en Malta de no ampliar la OTAN a los países del Pacto de Varsovia aunque admitiendo una Alemania reunificada en la aliaza atlántica).
 

Tuvimos una suerte increíble en Occidente con que un incapaz político como lo es Gorbachov se hiciera con el poder en la URSS. Todo las medidas que adoptó y permitió que ganásemos esa épica contienda, las hizo creyendo que no le harían perder su esfera de influencia y que simplemente la situación se quedaría como en una suerte de empate, aunque reconociendo el superior potencial económico y militar occidental.

Gorbachov (para nuestro beneficio) no fue capaz de ver la enorme dependencia mutua que existe entre la élite impuesta en los países de esa esfera y su matriz en la gran potencia. Sin el apoyo de la gran potencia para que la élite de esos países se imponga incluso por la fuerza contra su propia población, dicha élite, que es la que se encarga de acatar los mandatos de la gran potencia, se desmorona, y en consecuencia cae la propia esfera de influencia de la gran potencia como si fuera un castillo de naipes.

Al mismo tiempo, al no haber ganado jamás un partido comunista unas elecciones mediante mayoría absoluta, la introducción de la democracia liberal y el multipartidismo en los países del bloque socialista, inevitablemente traería ejecutivos y parlamentos no comunistas, que para pervivir en el poder cambiarían las constituciones internas socialistas a democracias occidentales-burguesas. Una vez se instauran gobiernos de democracia liberal occidental, inevitablemente querrían huir de Moscú y adherirse a la esfera occidental-liberal.

Fenómenos que explicaba en mi primera entrega en Guerras Posmodernas y que afortunadamente al inconsciente de Gorbachov se le escapaban completamente a su intelecto e imaginación, y que están muy bien relatados en ese documental.

En general, podría resumirse de forma muy escueta la guerra fría en Europa, como la existencia de dos bloques político-militares inamovibles y rigídos, que no se atacaría o injerenciarían mutuamente por el riesgo y temor de desencadenar la tercera guerra mundial y la guerra nuclear. Las esferas de influencia eran respetadas, y el equilibrio del terror unido a unas capacidades convencionales no muy dispares, garantizaban militarmente que se respetase ese régimen de seguridad, que era básicamente de seguridad compartida.

Era un mundo bastante predecible y en el que era difícil tomar decisiones equivocadas que llevasen a la guerra. Por lo tanto, en la política ficción apocalíptica de la guerra fría, se tenía que recurrir a situaciones que erosionaran la base de tal esquema. Problemas internos en el centro de la esfera de influencia soviética (Alemania Oriental), como los de Hungría en 1956 o Checoslovaquia en 1968, degeneraban en una situación que ponían en peligro Berlín Occidental y desataban la indignación del mundo occidental. Las esferas de influencia ya no se respetaban mutuamente: la URSS injerenciaba en la parte capitalista de Berlín y Occidente intervenía en Alemania Oriental para detener la sangría de civiles y la restauración de la dictadura comunista.

Ese es el caso de World War III, un genial docudrama que cambia la historia desde desde el mismo 9 de octubre de 1989 (caída del muro). Al contrario de lo que sucedía en el documental histórico de antes, Gorbachov es destituido del Kremlim, siendo sustituido por un general de línea dura que permite al Ejército Rojo intervenir en la represión de las manifestaciones anticomunistas en Alemania Oriental. Desde ahí se suceden una serie de acontecimientos que degenerarán en crisis y luego en guerra mundial (se cierran los accesos a Berlin, el Pacto de Varsovia inicia una ofensiva convencional para desatacascar la situación política y obligar a negociar a la OTAN, etc).


También es el caso de la trama de la famosa película El Día Después. Mientras transcurre la película hasta justo antes de que estalle la guerra, se pueden ir escuchando los noticiarios de cómo se sublevan algunas unidades militares de la República Democrática Alemana, teniendo que cerrar la URSS los accesos a Berlín, comenzando desde ahí la guerra convencional, luego nuclear táctica, y al final una represalia masiva mutua.



Un argumento muy parecido a los anteriores, es el del estupendo libro Red Thrust. Problemas en el ejército de la Alemania Oriental terminan desatando la intervención soviética en el Oeste, haciendo luego Zaloga una excelente recreación de como hubiera sido la guerra entre la OTAN y la URSS, desde el nivel de pelotón al del Arte Operacional.

Al comparar esas situaciones con lo que ha ocurrido en Ucrania y la esfera de influencia rusa en general estos años (invasiones de Georgia y Crimea) uno no puede sino darse cuenta que la porosidad y inestabilidad de dicha esfera (y que trataba de explicar en estos post en Guerras Posmodernas, ver 12 y 3), fuerzan a situaciones muy similares a las descritas anteriormente, y que se componen de dos elementos esenciales. 1) Países de la esfera rusa/soviética cuyo orden político interno se desmorona y/o tratan de salirse de la esfera, forzando a la intervención militar ruso/soviética. Aunque si en la guerra fría dichas esferas se respetaban y la situación era difícil que escalase, en la actualidad EEUU no respeta dicha esfera y promueve agresiones indirectas. 2) Al haber mucha menos tensión ideológica e intenciones de destruir físicamente al enemigo ideológico, la situación estratégica actual hace que pueda ocurrir una guerra limitada por injerir en algún país de la esfera contraria, sin que ello tenga que degenerar necesariamente en una guerra nuclear total. Y eso no es algo que diga sólo yo, es terreno común en los estudios estratégicos admitir que el nivel de hostilidad y amenaza existencial entre las grandes potencias es muy inferior al de la guerra fría, por lo que la disuasión ya no puede limitarse a la disuasión nuclear, sino que también ha de añadirse elementos de disuasión convencional para hacer la disuasión más creíble. Esos cambios en pos de la disuasión convencional (y de disminución del nivel disuasivo de las armas nucleares al no plantearse conflictos existenciales) que lleva años rondando el mundo académico ha tenido su correlato en la política práctica hace poco días, cuando el ministro de exteriores francés llegó a afirmar que en caso de que Rusia invada territorio ucraniano más allá de Crimea habría que recurrir a la fuerza militar.

Por lo tanto, y como conclusión, estamos en una situación estratégica y de seguridad internacional bastante más inestable a la de la guerra fría en su periodo clásico. En ese sentido no se parace a la guerra fría (por ser tan poco estable). Pero sí se parece a la guerra fría en que la situación estratégica es como la de una crisis (de guerra fría) que habría desencadenado la Tercera Guerra Mundial. Es decir, esto no es la guerra fría, es peor. Sí se parece a la guerra fría, pero en todo lo malo y peor que podría haber tenido esta en caso de ponerse al borde de ser caliente. El lado positivo es que la ausencia de tensión y odio ideológico, unido a la disuasión nuclear, hace que aunque las guerras limitadas sean ahora mucho más probables en Europa, estas sean menos proclives a hacerse totales (si es que al final estallan).

Recapitulemos y contrastemos las dos situaciones. La guerra fría se caracterizaba por 1) sólidos bloques y esferas de influencia que no se atacaban o injerían, y 2) equilibrio del terror y de fuerzas convencionales que desalentaba cualquier aventurismo. La actual situación es justo la contraria, 1) EEUU no respeta la esfera de influencia rusa, promueve agresiones indirectas que tendrán una elevada probabilidad de éxito (mucho más que cuando la esfera rusa era controlada mediante dictaduras totalitarias), promueve la adhesión a la OTAN de países de la esfera de influencia rusa y la CEI, 2) la disminución de la efectividad de la disuasión nuclear (teniendo que recurrirse cada vez más a la disuasión convencional) y los desequilibrios militares de fuerzas convencionales (explicados de manera sucinta y clara aquí y aquí). En consecuencia, ahora hay 1) mucha más motivación para atacar la esfera de influencia rusa y 2) muchos menos desincentivos disuasivos nucleares para desalentar esas injerencias y sin la situación militar convencional de callejón sin salida del balance militar de antaño.

Esta es una situación en el que el choque entre Rusia y Occidente es bastante más factible (que en la guerra fría) y en las que los errores de cálculo son bastante más probables. En la política ficción apocalíptica de la guerra fría, el miedo a la destrucción mutua asegurada cuasi garantiza que de la crisis no se pasase a la guerra. Pero ahora ya no podemos contar con eso, que a un ministro de exteriores de Francia se le pasase por la cabeza ir a la guerra contra Rusia y lo dijera públicamente es la manifestación de los peligros que este mundo de disuasión (hasta cierto punto) posnuclear. Y si bien la ausencia del rencor ideológico hace las amenazas existenciales inviables, también permite que potencias nucleares como Francia y Rusia comiencen una guerra que podría ir escalando hasta el intercambio nuclear. Al desaparecer el equilibrio del terror y el miedo, la vía del aventurismo militar, las injerencias en las esferas de influencia ajenas y los errores de cálculo, es hoy bastante más factible. Incluso más que en los tres casos de política ficción apocalíptica reseñados.

En finitiva, la situación estratégica actual en Europa se parece mucho a cómo se imaginaba en los años 80 el fin del mundo mediante una guerra termonuclear.