viernes, 1 de abril de 2011

Gadafi hace un uso sorprendente de sus limitados recursos y retoma ventaja.



Lo que hemos visto estos últimos días en la guerra de Libia, es desde luego una lección de Manual de Operaciones y Manual de Tácticas, en la conducción de la guerra por parte del lado de Gadafi. También hemos visto el típico devenir y esquema de la guerra del desierto, que pudo verse entre los años 1940 y 1943, desde las postrimerías de la batalla de Bedda Fomm, al desmoronamiento de la Linea Mareth por Patton y Montgomery. Un patrón que consiste en movimientos rápidos, profundos e inesperados, explotación de la sorpresa, estiramientos y contracción de las líneas de comunicación, etc. Pero sobre todo, lo que hemos podido ver estos días en la retirada de los rebeldes desde Sirte a Brega, es un clásico contraataque y movimiento de flanqueo por parte de las fuerzas gadafistas. Maniobras que se describen de forma muy didáctica en los dos documentales que encabezan esta entrada, de la magnífica serie documental Battleplan, una serie imprescindible.

Haciendo de la necesidad virtud, las fuerzas de Gadafi se retiraron perseguidos por la aviación aliada y las tropas rebeldes en dirección a Sirte. Tomaron posiciones, contrarrestaron el intento rebelde de tomar Sirte de farol y contraatacaron con una típica maniobra de flanco que muy cerca estuvo de embolsar a las fuerzas rebeldes. Lo cual habría destruido buena parte de su fuerza y habría abierto el camino directamente a Bengazi al no contar los rebeldes con una fuerza que oponer suficiente. Además de las relativamente hábiles maniobras del bando gadafistas, todo el apoyo aéreo que los rebeldes recibían de la aviación aliada se ha esfumado. Las razones no son públicas, pero tengo para mi que la suerte de patrullas de reconocimiento en profundidad que suministraban información a la aviación de ataque, o fueron superadas por el ritmo de la guerra o has sido suprimidas de alguna manera. Otra opción que se ha barajado es que es una medida de presión política de los aliados hacia los rebeldes.

Acompañando al descalabro y la quiebra moral de la fuerza rebelde por las maniobras de manual que han hecho las fuerzas gadafistas, y que apunto estuvieron de destruirla por completo, Gadafi ha lanzado propuestas de paz y reconciliación. Con ello pretende dividir a los aliados entre los más y los menos propicios a apoyar la guerra, para que así la lucha intestina anule la efectividad de la superioridad material aliada mientras se busca el consenso entre los mismos aliados. Esta otra maniobra, esta vez política y diplomática, es también de manual y bien recuerda la táctica del salami que brillantemente describiera el general Beaufre en su magistral Introducción a la Estrategia (aquí puede verse el Capítulo 1 del libro).

Gadafi, o quien dirija su guerra, está consiguiendo bastante, sobre todo si tenemos en cuenta la debilidad e inestabilidad de su posición (fuerzas escasas y contínuas defecciones internas, división dentro de su propia tribu, etc). Y aunque no hemos visto a ningún Patton ni a ningún Rommel por ahora en esta guerra, la iniquidad en el liderazgo aliado hace parecer a Gadafi un Napoleón.

Ya antes de la intervención de la aviación aliada, pudimos ver que tras varios ataques infructuosos a las ciudades rebeldes mediante intentos de ataques frontales, el bando de Gadafi aprendió la lección más rápido que Patton en su intento de atacar Metz frontalmente (su mayor fracaso y su única casi derrota). Patton tardó meses en descubrir que el primer principio de toda guerra urbana y de asedio, es la de garantizar el corte de la líneas de comunicación con el exterior de la ciudad, y hacer así la ciudad no una fortaleza sino una trampa. Algo que como decíamos llevó meses entender a Patton, pero que los alemanes nunca entendieron en Stalingrado, o algo que a los rusos también les costó meses y mucha sangre en Grozni. Una vez aprendida la lección con rapidez, Gadafi empezó a cercar las ciudades, controlar la carreteras y atacar el suministro de agua, forzando así la retirada de las fuerzas rebeldes para no caer en la trampa de una ciudad. Siguiendo este esquema atacó ciudad tras ciudad hasta que llegó a las puertas de Bengazi, que podría haber tomado con cierta facilidad. Algo que sólo se evitó con la intervención aérea aliada.

El éxito y fracaso en la guerra urbana está correctamente relatado en este documental sobre la batalla de Metz que libró Patton en 1944.



Con estos movimientos, Gadafi está consiguiendo anular durante estos días las fortalezas aliadas. Ejecutando maniobras militares basadas en la sorpresa y la rapidez; la fuerza no desdeñable que aún conserva (recordar que el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos cifra la atricción en las fuerza de Gadafi es de un 20 o 25%); haciendo un uso clarividente del arte de la política y la diplomacia, craendo así una atmósfera de guerra larga que desaliente la voluntad de lucha, y aprovechar de ese modo las divisiones entre aliados; y por último explotando las debilidades de los rebeldes, tal y como vimos con el contraataque de hace unos días lanzado desde Sirte, y que apunto estuvo de hacerle ganar la guerra mediante una cuasi batalla decisiva.

Con todo lo anterior, Gadafi ha conseguido el parón de los ataques de los aviones aliados, que varios países del bando aliado se alcen contra la prosecución de la campaña militar, y dar alas a las "palomas" de dentro de la cúpula americana opuestas a la guerra. Estos últimos, junto a los aliados contrarios a las acciones miliares, presionan para que no fortalecezca y arme a los rebeldes, se termine la campaña de la "zona de exclusión aérea" e interdicción que se estaba realizando, y comenzar cuanto antes una salida política. Algo que con la actual distribución de fuerzas significaría una victoria para Gadafi.

Pero esto es lo último que debiera hacerse ahora mismo, ya que ello sería caer en la trampa. Gadafi no deja de ser un tigre de papel ante la fuerza que podemos enfrentarle. Se debe mantener la campaña aérea más o menos en los límites actuales, para ir debilitando a Gadafi con el tiempo y demostrar nuestra voluntad de lucha y el absurdo de su resistencia, y preparar entre los siguientes 6 u 8 meses una fuerza militar libia (con limitado apoyo de compañias militares privadas y así no implicar agencias gubernamentales) que sea capaz de derrotar militarmente a las fuerzas de Gadafi, además de por lo menos sitiar Sirte y Trípoli. Para acto seguido firmar algún tipo de acuerdo de Dayton entre ambos bandos.

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